jueves, 1 de septiembre de 2011

Pequeño*

 Te adoro.
Cuántas veces nos ha pasado eso de echar de menos a una persona; pero no a una persona cualquiera. Sí, ya sabréis seguro de que hablo, una de esas personas que entra en tu vida como una brisa de aire fresco en una calurosa mañana de verano. De esas, que llegan al alma pero que no les das aprecio en su momento. Que cuando luego ves una simple fotografía, automáticamente, el cerebro te lleva a pensar en él o ella. En ese momento es cuando añoras situaciones vividas. Los tontos celos acompañados de esa cara que pone cuando se enfada, y las reconciliaciones. Sobre todo esas reconciliaciones… La manera de apretar ligeramente los labios para reprimir la risa mientras te mira y sientes que el mundo desaparece a tu alrededor. Esos tontos cachetes que no vienen a cuento que sustituyen a las empalagosas caricias, que también encantan. Las miradas perdidas cuando haces algo que le ha dolido y que, para no decirte que has obrado mal, se conforma con observar un horizonte que no existe. Esa sonrisa infantil que le caracteriza, que hace que pierdas la cordura y se te pongan los pelos de punta, y que te obliga a sonreír, aunque sabes que jamás podrías hacerle la competencia. Esos gestos que tiene mientras te habla de algo que le encanta, y las miradas fijas que lanza, mientras le cuentas algo que te gusta. Los detalles que tiene por tonterías, ver como se preocupa. La manera de besar tan cálida..Todo él en general.

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